domingo, 11 de abril de 2010

Mayo 31: Día Mundial Sin Tabaco

El tabaco es la segunda causa de muerte en el mundo. Cerca de 5 millones de personas mueren diariamente por causas relacionadas con el tabaco -eso implica que muere 1 adulto por cada 10 adultos en el mundo-. Para llamar la atención en todo el planeta sobre la epidemia del tabaco y la prevención de la muerte y las enfermedades que causa, la Organización Mundial de la Salud creo en 1987 el Día Mundial Sin Tabaco, que se celebra cada 31 de mayo. El tema de este año es "espacios libres de humo" y nos alerta sobre el hecho de que cientos de miles de personas que jamás han fumado, mueren cada día por enfermedades relacionadas con el humo del tabaco que respiran de otros fumadores que los rodean.

¡Corre homo, corre! por Gertrudis Uruchurtu

Los seres humanos no están hechos para correr rápido, pero si para correr distancias largas. He aquí la evidencia anatómica y fisiológica de que estamos mejor adaptados para la carrera de resistencia que muchos otros mamíferos.

Los humanos del siglo XXI somos sedentarios. La vida urbana moderna y la tecnología hacen innecesario correr para sobrevivir. Quizá corremos algunas veces para subirnos al transporte colectivo o para checar a tiempo la tarjeta en el trabajo, pero somos muchos los que trabajamos sentados durante horas. No obstante, son cada vez más los que corren para mantenerse agiles y sanos, o simplemente porque los hace sentirse bien. Cada año aumenta el número de personas que participan en algún maratón o triatlón. Estas competencias exigen esfuerzos extenuantes para los que llevamos vida sedentaria, pero que, al parecer, no son antinaturales en nosotros.

En contra de lo que piensan muchos, el maratón no es un deporte que le exija al cuerpo más de lo que este puede dar. El biólogo Dennis Bramble, de la universidad de Utah, y pale antropólogo Daniel Lieberman, de la universidad de Harvard, aseguran que la carrera de resistencia fue crucial en la evolución del Homo sapiens y que el cuerpo cuenta con los elementos anatómicos y fisiológicos necesarios para ir a paso veloz durante mucho tiempo.

Muchos mamíferos superan al hombre en el sprint, que consiste en correr a su velocidad máxima durante un lapso breve. El guepardo es el animal más veloz, pues llega a las 120km/h. los perros más rápidos alcanzan los 50km/h. en cambio, la velocidad máxima de un atleta de primer orden en la carrera de los 100m planos es apenas 36km/h. la velocidad del sprint se puede mantener por poco tiempo porque el esfuerzo que requiere eleva la temperatura corporal por encima a los 40º C. Todos los animales, incluyendo al hombre, dejan de correr cuando llegan a esa temperatura. Si persisten pueden morir.

Pero en carrera de resistencia los humanos superan a la mayoria de los mamiferos, como señalan Bramble y Lieberman, porque nuestro organismo esta adaptado para utilizar la energia de manera eficiente, controlar su temperatura y mantener la estabilidad del cuerpo pese a las complejidad de los movimientos necesarios para correr.
 TENDONES EXCLUSIVOS


En un artículo publicado en la revista Nature en 2004, Bramble y Lieberman muestran que al correr las piernas se comportan como un resorte que almacena y recicla la energía de cada zancada. Al pisar, el arco del pie se comprime al mismo tiempo que se dobla la rodilla; el centro de gravedad del cuerpo baja y en el siguiente paso es impulsado hacia arriba. La energía cinética de este aterrizaje del pie se almacena en los tendones del arco y en el gran tendón de Aquiles, que conecta los músculos de la pantorrilla con el hueso del talón y con el ligamento iliotibial. Este ligamento se conecta desde el hueso ilíaco hasta la tibia, con el músculo más potente del cuerpo humano, el glúteo máximo. Ni el glúteo máximo, ni el tendón de Aquiles ni el iliotibial intervienen al caminar; son exclusivamente para correr.



Los tendones forman la unión entre los músculos y los huesos y se contraen y se extienden como resortes para dar el siguiente paso. Están compuestos por una proteína llamada colágeno, que tiene precisamente la estructura de un resorte. Las fibras de colágeno se enrollan para darle al tendón una gran resistencia y capacidad de almacenar energía elástica. Los animales que corren, como las gacelas o los canguros, tienen grandes tendones. En los que no corren, los tendones son muy pequeños o no existen.



Recientemente Herman Ponzer, antropólogo de la Universidad Washington de San Luis Missouri, desarrolló un modelo matemático basado en principios de física que comprueba que la energía que se consume al correr depende de dos factores principales: la velocidad y la longitud de las piernas. Tanto en el hombre como en los animales, mientras mayor es la longitud de las piernas, menor es la cantidad de movimientos que se ejercen hacia arriba y hacia abajo al correr, lo que reduce considerablemente la fuerza necesaria para empujar hacia abajo en cada paso. Bramble y Lieberman experimentaron con gente, perros, cabras y otros animales en caminadoras que adaptaron en su laboratorio, y calcularon la energía gastada midiendo el oxígeno que consumían sus organismos al correr una misma distancia. En todos los casos, esta energía es inversamente proporcional a la longitud de las piernas; es decir, a mayor longitud, menor energía gastada.

CORREDORES SIN COLA


Los animales al correr mantienen su estabilidad gracias a la cola. El movimiento de ésta contrarresta la tendencia a caer hacia delante que provoca la inercia de cada zancada. En nuestro caso, como no tenemos cola que nos pisen, el tronco se inclina hacia delante cada vez que el pie golpea el suelo, y el glúteo máximo, que es un músculo enorme, se contrae e impide la caída. La cintura relativamente angosta unida al tórax móvil permite que los movimientos alternos de brazos y hombros contrarresten también la tendencia a irse de bruces.

Por otro lado, la movilidad de las vértebras del cuello podría hacer que la cabeza se bamboleara libremente en la carrera. Sin embargo, los humanos tenemos un ligamento que se inserta desde la base del cráneo hasta la séptima vértebra cervical —el ligamento nucal—, que mantiene nivelada la cabeza. Así podemos correr con la vista fija hacia el frente y sin perder el equilibrio.


“¡Niké! ¡Niké!”


Así gritó Fidípides con todas sus fuerzas a las puertas de Atenas un día, hace 2 500 años. No se trataba de publicidad de artículos deportivos (niké en griego, significa “victoria”), sino de una noticia: el ejército ateniense, formado por sólo 12 000 soldados, acababa de vencer al enemigo persa, 10 veces más numeroso, en las playas de Maratón, 42 kilómetros al noreste de Atenas. Era fundamental anunciar la noticia con prontitud, pues los persas, al verse derrotados, pensaron que la ciudad estaba desprotegida. Los sobrevivientes persas regresaron a sus naves para dirigirse por mar a Atenas. Si tenían suerte, llegarían a tomarla por sorpresa. El anuncio de Fidípides dio a los griegos el ánimo necesario para defender la Acrópolis con el precario ejército que había quedado defendiendo la ciudad.

Cumplido su encargo, Fidípides cayó muerto, y no porque tuviera mala condición física, sino porque desde el amanecer había combatido al lado de sus compañeros y después de un día de extenuante guerra, emprendió la maratónica carrera.

EL MEJOR SISTEMA DE ENFRIAMIENTO


La cantidad de calor que se desprende del cuerpo de cualquier animal que corre es enorme. Pero para funcionar bien, el organismo debe mantenerse a una temperatura de menos de 40 °C, de lo contrario los procesos bioquímicos de las células empiezan a fallar y algunas proteínas pierden su estructura. Todos los organismos tienen un sistema de enfriamiento para estas ocasiones, pero ninguno tan eficiente como el nuestro.

Los humanos, a diferencia de la mayoría de los animales, tenemos en la piel millones de glándulas sudoríparas para eliminar de agua a través del sudor. La cantidad de agua eliminada es directamente proporcional a la elevación de la temperatura. Al evaporarse el sudor absorbe grandes cantidades de calor, con lo que se enfría la piel y a través de ella todo el organismo. Como, a diferencia de los animales, nuestra piel no está forrada de pelo, el aire también puede contribuir a nuestro enfriamiento. El pelo de los animales, en cambio, atrapa el calor.

La mayoría de los animales eliminan el calor jadeando, pero el jadeo interfiere con la respiración y le resta eficiencia. Ésta es una de las principales causas de que, a pesar de ser muy veloces en el sprint, otros animales no sean tan buenos como el hombre en la carrera de resistencia. Nosotros respiramos por la boca al correr para aumentar nuestra capacidad respiratoria. Según Bramble y Lieberman, esto también contribuye a disipar el calor que generamos durante la carrera.


 LAS PRIMERAS CARRERAS


Para saber cómo y cuándo empezaron las carreras entre los homínidos, los antropólogos se remiten a las evidencias fósiles de antepasados nuestros como el Australopitecos afarensis, el Homo erectus y los Homo sapiens de otras épocas, así como al esqueleto del chimpancé de hoy.

Los humanos y el chimpancé proceden del mismo linaje (ver ¿Cómo ves? No. 135), como muestra la gran semejanza entre los genomas de ambas especies. A pesar de la semejanza, estos monos son pésimos corredores: sus caderas son angostas y por lo tanto su ligamento iliotibial, su glúteo máximo y los grandes tendones de las piernas están muy poco desarrollados. Además, los chimpancés carecen de ligamento nucal que les estabilice la cabeza. En cambio, tienen poderosos músculos que les mantienen fuertemente unidos los hombros, las vértebras cervicales y el cráneo. Esta masa muscular, sus brazos largos, sus piernas cortas y la disposición de los huesos de pies y manos los ayudan a trepar y a colgarse de los árboles, más no a correr.

En 1974 el equipo del paleoantropólogo Donald Johanson encontró en una región de África nororiental restos fósiles que, si bien eran semejantes a los de un chimpancé, tenían también marcadas diferencias. Johanson los clasificó como pertenecientes a homínidos de la especie Australopitecos afarensis. Al esqueleto más completo que se obtuvo (de una hembra) le pusieron el nombre de Lucy (ese día habían estado oyendo una y otra vez la canción de los Beatles Lucy in the sky with diamonds). El A. afarensis habitó esa zona hace 3.9 millones de años y permaneció ahí hasta hace tres millones de años.

 LA PARADOJA TARAHUMARA

En la Sierra Madre Occidental, en el noroeste de México, habitan los tarahumaras, grupo étnico que aún es seminómada y parte del año habita en cuevas. Lo que para los habitantes de la ciudad puede considerarse una hazaña deportiva —correr los 42 kilómetros de un maratón— para ellos es rutina. La región donde viven es tan abrupta y escarpada, que se trasladan de un sitio a otro corriendo. Cazan persiguiendo a su presa (liebres y conejos) hasta matarla de cansancio y sobrecalentamiento. Su dieta prácticamente no contiene carne: consta de 10% de proteínas vegetales, 10% de grasa y 80% de carbohidratos complejos. Un evento importante para los tarahumaras es la carrera que ellos llaman rarajipan, en la que corren pateando una pelota de madera con el empeine entre 80 y 160 kilómetros. Los participantes fuman tabaco y beben un aguardiente de maíz llamado tesgüin como ritual previo, desde días antes de la carrera. Los tarahumaras han ganado varias veces el ultra-maratón de Leadville, de 160 kilómetros, que se corre cada año en las Montañas Rocallosas de Colorado.



Al comparar la dieta de los atletas que corren maratón con la de los tarahumaras, así como la preparación previa de unos y otros, los científicos no saben a ciencia cierta a qué se debe la enorme resistencia de esta etnia. Los estudios genéticos no muestran ninguna mutación que les favorezca para correr. Es sólo una condición que van adquiriendo desde la infancia.






La familia de Lucy tenía piernas más largas que las del chimpancé y, como muestra el ángulo que forma el fémur entre la cadera y la rodilla, ya caminaba en dos patas. Sin embargo, su tórax, brazos y la curvatura de los dedos de pies y manos muestran que estaba mejor adaptada para trepar que para caminar, y que difícilmente corría. Su cráneo tenía un volumen aproximado de 400 ml; su hueso occipital no muestra la marca que deja el ligamento nucal y el espacio del oído interno que ocupan los canales semicirculares que sirven para mantener el equilibrio, es muy pequeño. Esto nos hace pensar que los movimientos propios de correr le hubieran producido mareo y desorientación a Lucy y sus congéneres. El siguiente ancestro que aparece en nuestro álbum familiar es el Homo erectus, que emigró de África al sureste asiático. En varias partes del mundo se han encontrado restos fósiles de este ancestro, que vivió hace dos millones de años aproximadamente. Su aspecto es muy parecido al nuestro. Aunque su cráneo es más pequeño, es más grande que el de Lucy y tiene bien marcada la parte donde se inserta el ligamento nucal. Bramble y Lieberman creen que el Homo erectus fue el primero de nuestros ancestros que estaba adaptado para la carrera de resistencia. ¿Y para qué quería correr el Homo erectus? Los investigadores plantean que la capacidad de correr grandes distancias pudo haber servido para cazar (por ejemplo, permitiéndoles acercarse a las presas lo suficiente para arrojarles lanzas, o bien persiguiéndolas hasta matarlas de cansancio). Así, a la dieta de este antepasado nuestro se añadieron carne, médula y sesos, y las proteínas extras pueden haber desempeñado un papel en el crecimiento del cerebro que ha permitido al Homo sapiens desarrollar muchas capacidades cognitivas.


SUPERVIVENCIA Y GIMNASIA CEREBRAL


Así pues, para Bramble y Lieberman la capacidad de correr largas distancias fue un factor muy importante de la evolución humana. La carrera de resistencia hace uso de músculos y tendones, así como de un sistema biomecánico estabilizador que no son necesarios para caminar incluso rápido. Hubo un tiempo en que correr distancias extenuantes fue la única alternativa para sobrevivir, y eso, junto con otros muchos factores, condujo al desarrollo del cerebro. Con nuestro cerebro actual se han inventado miles de artefactos que hacen innecesario correr para sobrevivir pero la vida sedentaria causa enfermedades como la diabetes, la hipertensión y quizá ciertas enfermedades neuronales. Ya se ha difundido mucho que una de las mejores gimnasias cerebrales es el ejercicio físico.

Si aún contamos con el mecanismo intacto para la carrera de resistencia, sería una desgracia dejar que se atrofiara por falta de uso. ¡Levántate de la televisión, la computadora o el videojuego y empieza a correr, que para eso estás hecho!

Gertrudis Uruchurtu es química farmacobióloga. Durante 30 años fue maestra de química de bachillerato y es egresada del Diplomado de Divulgación de la Ciencia de la DGDC - UNAM.

viernes, 2 de abril de 2010

ENDORFINAS DROGA DEL BIENESTAR

Carmen Sánchez Mora
María Emilia Beyer 



LAS ENDORFINAS SON SUSTANCIAS NATURALES SINTETIZADAS POR EL CEREBRO QUE, ENTRE OTRAS COSAS, ALIVIAN EL DOLOR COMO SÓLO PUEDEN HACERLO LOS OPIÁCEOS QUE INCLUYEN A LA MORFINA, LA HEROÍNA Y LA CODEÍNA.


SIN EMBARGO, LAS ENDORFINAS NO TIENEN LOS EFECTOS SECUNDARIOS QUE ACARREAN LAS DROGAS AL SISTEMA NERVIOSO.

TAL VEZ TENGAS algún amigo que no sale del gimnasio o que no puede dejar pasar un solo día sin ir a correr; después de todo es común que la gente experimente cierta plenitud después de hacer ejercicio. Si la palabra droga significa en su sentido más amplio cualquier sustancia o actividad que modifique el temperamento y cause dependencia física y psíquica, cabe preguntarse si una persona que quiere hacer ejercicio todo el tiempo, que esta de mal humor si no lo hace, o que afirma sentirse “liberado” después de hacer ejercicio pesado, se está “drogando” con la actividad física.

Un gran número de de estudios muestran que el ejercicio vigoroso puede desencadenar (como afirman los que lo practican) sensaciones de felicidad, tranquilidad, euforia y creatividad. Estas sensaciones pueden durar desde unos cuantos minutos hasta varias horas después de haber realizado actividades físicas pesadas. ¿Qué es lo que causa estas respuestas cuando se hace ejercicio?

A pesar que de que los estudios científicos se muestran cautelosos para brindar una explicación, desde hace tiempo se sabe que cuando realizan actividades físicas fuertes del cerebro produce una gran cantidad de sustancias llamadas endorfinas. El doctor Daniel Carr del Massachusetts General Hospital, registró un aumento significativo en la liberación de endorfinas en grupos de corredores voluntarios y profesionales cuando corrían durante tiempos prolongados.

La principal acción de las endorfinas es bloquear los detectores del dolor en el cerebro. Las zonas del cerebro implicadas en la liberación de endorfinas para producir analgesia se encuentran en el encéfalo y el mesencéfalo. Cuando nos damos un golpe sentimos dolor en el momento mismo, pero al cabo de unos segundos generalmente éste desaparece o se atenúa. Podemos decidir que el cuerpo a reaccionado al dolor sintetizando las endorfinas necesarias para atenuarlo el dolor que dura un breve periodo nos brinda una señal de vital importancia, pues puede estar indicando que biológicamente algo funciona de forma inadecuada en nuestro cuerpo. Sin embargo, un dolor crónico o de duración prolongada es algo de lo que todos queremos escapar. Según un reconocido atleta de alto rendimiento, “El dolor duele: eso es lo que significa la palabra”

Curiosamente las endorfinas tienen una estrecha relación con la liberación de ACTH, una de las hormonas que se liberan durante el estrés. En 1977 los doctores Roger Guillemin y Floyd Bloom del Instituto Salk establecieron que la ACTH y un tipo de endorfina, la beta-endorfina, se originan a partir de la misma proteína llamada POMC. Ambas sustancias tienen un comportamiento cíclico durante las 24 horas, en las que su liberación aumenta o disminuye dependiendo de la hora del día o las necesidades a las que está expuesto el organismo.

Dentro del cerebro, las endorfinas buscan unirse a los receptores que están en las neuronas para transmitir sus mensajes químicos. Como resultado de la activación por el estrés o el dolor, las endorfinas se liberan y al unirse con los receptores producen efectos de euforia, depresión respiratoria, reducción de la movilidad gastrointestinal y analgesia. Los receptores sin embargo también responden al contacto con los opiáceos, es decir las drogas derivadas de la amapola del opio como es el caso del opio mismo, la heroína, y la codeína. La administración extrema de morfina y heroína como calmantes del dolor para los heridos de guerra genero una dependencia absoluta por parte de los pacientes. Los efectos adictivos de los investigadores pues antes de conocer la existencia de las endorfinas no era fácil explicar porque una droga tenía un receptor en nuestro cerebro que, aparentemente estaba diseñado para recibirla a la perfección. ¿Cómo ocurre la dependencia? Las drogas derivadas del opio comparten muchas similitudes bioquímicas con las endorfinas. Para diferenciar un grupo de otro, a las drogas se les llama opioides. Ahora sabemos que los receptores de las endorfinas aceptan la unión con los opiáceos dada su similitud molecular. Así cuando los receptores en el cerebro obtienen la droga de manera eterna disminuye la síntesis de endorfinas. Al aceptar las moléculas de las drogas los receptores bloquean la posibilidad de unión con las endorfinas naturales. Las drogas actúan y se generan, (cuando menos el principio) una sensación de bienestar. Por esto el cerebro no acepta fácilmente que la droga se le retire. Se a creado una dependencia en la que el organismo necesita las sensaciones de analgesia y euforia pero ya no puede producirlas en el propio cerebro; al menos, no en las que se administran los opiáceos.

UN POCO DE HISTORIA

Desde la más remota antigüedad el hombre utiliza todo tipo de métodos para intentar aliviar el dolor, desde los amuletos hasta los principios de las plantas medicinales. Sin embargo una vez que se descubrieron ciertas drogas concretamente las derivadas del opio, estas han sido las preferidas en la lucha contra el dolor debido a su efectividad. Ya en el año 1500 a.C. los egipcios descubrieron las cualidades medicinales del opio extraído de la amapola; en Grecia el opio se mezclaba con vino y la poción se repartía entre los ejércitos para aliviar el dolor y hacer olvidar las penas a los soldados. El uso del opio en china y posteriormente en Inglaterra dejo entrever que el consumo de este tipo de productos trae dos problemas graves: la adicción y los efectos secundarios. Con todo en la actualidad los derivados del opio siguen siendo las sustancias más efectivas para combatir el dolor.



En 1972, Huda Akil de la Universidad de California en Los Angeles descubrió que estimulando eléctricamente ciertas zonas del cerebro de la rata se producía un efecto analgésico en el animal. Este efecto era neutralizado con la Naxalona una sustancia que revierte también los efectos analgésicos de la morfina. Tal hallazgo parecía mostrar la existencia, ya intuida, de un producto o de un producto con características semejantes a las de los opiáceos como la morfina pero sintetizados por el organismo animal. Es decir era como haber encontrado una especie de morfina interna, capaz de actuar sobre el organismo que la había sintetizado.


En 1975 John Hughes, de Aberdeen Escocia, logro aislar del cerebro del cerdo sustancias que poseían prácticamente la misma actividad opiácea que la morfina, a las que denomino Leucinencefalina y Metionin-encefalina. En un principio se creyó que las encefalinas que las encefalinas iban a sustituir rápidamente el uso del opio y sus derivados, pero pronto se descubrió que la duración de su efecto era mucho menor que la de los opiáceos clásicos.

En las membranas neuronales existen unos receptores especiales en los que se fijan las encefalinas. Al fijarse en estos receptores, las encefalinas ocasionan que el impulso nervioso transmitido sufra una disminución; por ello es que funcionan disminuyendo el dolor ya que impiden los mensajes al cerebro de “dolor” que provienen de distintas partes del cuerpo.

A mediados del los 60 Choh Li de la Universidad de California en Berkeley aisló una hormona a la que llamo B-lipotropina de Li y registro que una porción de esta tenia propiedades analgésicas. Pronto el mismo grupo de trabajo de Hughes quien dio el nombre de endorfinas a estos péptidos semejantes a la morfina. Por cierto el nombre significa “morfina interna”.

El hallazgo de las endorfinas y los receptores de los opiáceos ha llevado a emocionantes descubrimientos en las neurociencias y generando un nuevo interés en el funcionamiento del cerebro y la conducta humana.

A pesar de que se sabe cómo funcionan químicamente las endorfinas su papel en los procesos fisiológicos no está completamente entendido, pero aun así no dejan de llamar la atención las posibles relaciones entre las endorfinas y una sensación de bienestar o felicidad, justamente lo que algunas personas buscan en las drogas.

¿FORZANDO CERRADURAS?


Los estudiosos de los efectos de las drogas opinan que estas tienen la capacidad de generar las respuestas tan dramáticas en nuestro cuerpo porque estamos preparados para reaccionar a ellas, es decir, de forma natural contamos con receptores tanto para las endorfinas como para sustancias bioquímicamente similares.


Algunos investigadores han propuesto modelos para explicar cómo actúan las drogas en nuestro cuerpo en relación con las endorfinas. Uno de estos modelos propone que el mecanismo de acción de las drogas puede equiparse una puerta cuya cerradura puede ser abierta por una llave que embona perfectamente (las endorfinas) o por una llave muy parecida (las drogas). El uso de estas últimas hará que dañe el mecanismo de la cerradura hasta que la puerta quede abierta para siempre. La puerta cerrada con la llave correcta bloqueara del dolor hacia el cerebro; en cambio, la puerta que ha sido forzada varias veces con la llave incorrecta poco a poco dejaría pasar al dolor indiscriminadamente. Así, se requeriría de un mecanismo sucedáneo (el uso creciente de las drogas) para intentar cerrar la puerta. Pues bien, al administrar algunas drogas un cierto número de veces no solo se destruye la cerradura sino que también se inhibe la fabricación natural de endorfinas. El caso más patente es el de la heroína. Al consumirla el heroinómano intenta producir desde fuera lo que su organismo debería hacer por dentro. Efectivamente vive las primeras veces una sensación de euforia y relajamiento, pues debido a la droga se ha desconectado momentáneamente con aquello que produce estrés. Pero esto ocurre únicamente con las primeras dosis, en las que está forzando “la cerradura”. Lo terrible del caso (además de intoxicación y los efectos secundarios que producen) es que la capacidad del cuerpo para segregar y detectar endorfinas va disminuyendo, con lo cual el drogadicto se encuentra cada vez más desprotegido contra el dolor y el estrés. A partir de cierto momento el individuo no usa la droga en busca de esa primera sensación de bienestar o felicidad sino simplemente para no sufrir.

Además las llamadas drogas “duras”, otro tipo de estimulantes o relajantes como las llamadas “drogas autorizadas” entre las que están el alcohol y el tabaco ejercen efectos nocivos sobre nuestro organismo.

El alcohol produce una reacción de calma y relajación. Cuando se descubrieron las endorfinas se pensó que la absorción del alcohol podía estimular su liberación



ELEVAR EL NIVEL INTERNO DE MORFINAS



Aunque no se tiene idea clara de cómo hacerlo parece ser que el ejercicio vigoroso, aun por periodos cortos, puede hacer que se eleven los niveles sanguíneos de endorfinas por encima de lo normal durante varias horas. He aquí la propuesta de un mecanismo para elevar nuestro nivel de “morfinas internas” sin necesidad de recurrir a las drogas que como ya analizamos resultan totalmente nocivas.


Hay quienes dudan de esta de esta posibilidad y piensan que el ejercicio provoca una mejoría del estado de ánimo debido a uno de los siguientes mecanismos: el primero propone que simplemente mejora nuestro carácter como resultado de la satisfacción que alcanzamos al lograr una meta. El segundo requiere que el ejercicio nos distrae del estrés diario. En un estudio con 150 corredores se encontró que se sintieron mejor después del ejercicio los que habían puesto su atención en el paisaje que aquellos que habían pensado en sus relaciones personales.



Sin embargo hay muchas otras actividades que nos dejan una sensación de logro o que nos distraen sin producirnos el mismo bienestar que el ejercicio, como escuchar música, comer nuestro alimento favorito, ganar un premio etc. se ha sospechado que lo que verdaderamente nos mejora el estado de ánimo al hacer ejercicio es el aumento de la temperatura corporal ya que este efecto ha sido notado en las personas que toman saunas sin hacer ejercicio. Hay también opiniones acerca de que no es el ejercicio en si lo que nos hace sentir bien, sino en el lugar en que lo hagamos. Se ha demostrado que aquellos que realizan ejercicios al aire libre experimentan una mejoría en el estado de ánimo mayor que quienes realizan ejercicios en lugares cerrados. Esto indicara que para incrementar la sensación de bienestar quizá no se trata tan solo del tipo de ejercicio que se realice, sino también del lugar en el que este se lleve a cabo.



Por lo pronto tenemos una serie de evidencias que sugieren que en efecto el ejercicio mejora el estado de ánimo al grado de que algunos psiquiatras y psicólogos lo prescriben como parte del tratamiento para le depresión la ansiedad, por cierto con excelentes resultados.





El ejercicio regula la ansiedad, relaja los músculos tensos y la respiración y altera la bioquímica del cuerpo, de manera que en general se modifica la salud mental. Y aun si este no fuera el efecto primordial del ejercicio, existe muchos otros procesos que se benefician con la actividad física. Es sabido que el estrés y la ansiedad apatrones de reacciones físicas caracterizadas por tención muscular, respiración rápida y superficial, y estimulación de las glándulas suprarrenales que producen adrenalina. Estas manifestaciones proceden a la llamada “reacción de huida” En la que el cuerpo se prepara para actuar ante una amenaza.



Posiblemente hace millones de años esta era una acción adaptativa. A pesar de que la vida moderna no nos permite reaccionar o huir ante ciertas situaciones amenazantes, seguimos secretando adrenalina durante las situaciones de peligro y es así como esta sustancia se acumula en el cuerpo la acumulación excesiva de una sustancia que se libera en condiciones de estrés afecta al organismo y, nuevamente, es el ejercicio lo que nos ayuda a liberarnos del exceso de adrenalina.



Por si fuera poco la actividad física prepara al corazón y a los vasos sanguíneos para enfrentar el estrés de la vida diaria.



El ejercicio promueve además la dilatación de la cubierta interna de los vasos sanguíneos lo que en general mejora el flujo sanguíneo de los órganos de todo el cuerpo.



Como puedes ver, la liberación de endorfinas es tan solo uno de los beneficios físicos que obtenemos atreves del ejercicio. Ahora ya te podrás explicar mejor porque tus amigos no salen del gimnasio e incluso tal vez alguno se adicto al mismo. Es por esto que, no obstante los beneficios que el ejercicio trae al organismo, cabe mencionar aquí que como cualquier actividad no es recomendable el acceso y hay que considerar que existen personas “adictas” que insisten en repetir incansablemente sus rutinas aun acosta de su salud.



Edward Colt trabajo como medico durante el maratón de la ciudad de Nueva York y reporta que muchos individuos insisten en continuar corriendo a pesar de las lesiones que sufren en las piernas. Algunos incluso pretenden continuar cuando tienen fracturas, argumentando que el ejercicio los relaja lo suficiente para ni sentir el dolor.



Para tener acceso a todos los beneficios que promueve el ejercicio se recomiendan rutinas de ejercicio aeróbico como caminar, correr, nadar y el ciclismo deportes que le dan sustancialmente la frecuencia cardiaca. Si a todos los beneficios causados por el ejercicio constante y vigoroso añadimos la posible liberación de endorfinas nuestra “Droga interna de la felicidad” ¡Que mejor que habituarnos cuanto antes a esta actividad plana y placentera!